La Revolución Conciliar: fuera de la Iglesia hay salvación
El modernismo que se impuso en el Concilio Vaticano II, ha traído una crisis sin precedentes en el cuerpo visible de la Iglesia.
Los documentos conciliares votados por más de 2000 obispos y aprobados, decretados y estatuidos "en el Espíritu Santo" por Pablo VI han sostenido que fuera de la Iglesia hay salvación.
Dice así Lumen Gentium que "la única Iglesia de Cristo subsiste en la Iglesia católica... si bien fuera de su estructura se encuentran muchos elementos de santidad y verdad" (Lumen Gentium,Cap. I, 8).
Luego, la "Constitución dogmática sobre la Iglesia" nos habla del "pueblo de Dios". "Este pueblo mesiánico... aunque no incluya a todos los hombres... es sin embargo, para todo el género humano, un germen segurísimo de unidad, de esperanza y de salvación: Cristo que lo instituyó para ser comunión de vida, de caridad y de verdad, se sirve TAMBIÉN de él como de instrumento de la redención universal..." (L.G. II, 9).
La Iglesia católica no es pues el único medio o instrumento de la redención universal, sino que "Cristo...se sirve también de él -el Pueblo de Dios-" para aquel fin.
"Germen segurísimo de unidad, de esperanza y de salvación" le llama el Concilio. Germen es principio rudimental de un nuevo ser orgánico.
San Pío X dice de los modernistas que "el sentimiento religioso que por medio de la inmanencia vital brota de los escondrijos de la subconciencia es el germen de toda la religión y juntamente la razón de cuanto ha habido o habrá en cualquier religión. Rudo, ciertamente en sus principios y casi informe, ese sentimiento fue paulatinamente creciendo bajo el influjo de aquel arcano principio de donde tuvo origen, a par con el progreso de la vida humana, de la que como hemos dicho es una de las formas. He aquí, pues, el origen de toda religión, aún de la sobrenatural [y aún déla no religión, de "quienes no han llegado a un conocimiento expreso de Dios"]: son efectivamente todos, meros desenvolvimientos del sentimiento religioso" (Pascendi D. 2077).
"Todos los hombres son llamados a esta unidad católica del Pueblo de Dios, que simboliza y promueve la paz universal, y a ella pertenecen o se ordenan de diversos modos, sea los fieles católicos, sea los demás creyentes en Cristo, sea también todos los hombres en general, por la gracia de Dios llamados a la salvación" (L.G. cap. II, 13).
Y así dice que "la Iglesia se reconoce unida por muchas razones con quienes, estando bautizados, se honran con el nombre de cristianos, pero no profesan la fe en su totalidad o no guardan la unidad de comunión bajo el sucesor de Pedro". Destaca sus valores positivos, los sacramentos que tienen y "añádase a esto la comunión de oraciones y otros beneficios espirituales, e incluso cierta verdadera unión en el Espíritu Santo"(L.G. cap. II, 15).
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